martes, 6 de julio de 2010

Día sin bici.

Normalmente prefiero moverme en bici por la ciudad, pero aquel era uno de esos pocos días en que había tenido que coger el metro. El viaje de ida había sido de aquellos para olvidar, aquellos mismos que no se olvidan en toda la vida. Se vuelve imposible respirar ahí abajo, la gente alrededor se cuenta por docenas, y las miradas se pierden en el vacío como gotas de sudor entre la ropa. Uno de aquellos días en que uno echa de menos moverse, asustarse, mojarse e incluso caerse sobre dos ruedas. Ahora tocaba la misma rutina de vuelta. Ya casi había llegado a la boca de metro. Había sido un día duro y mi estómago comenzaba a deborarse a sí mismo, pero no duraría mucho, o eso pensaba yo entonces.

El tramo final de acceso al metro se encontraba plagado de una muchedumbre publicitaria y/o estafadora. Cada uno de estos bárbaros intentaba abordar al transeunte en el momento de mayor debilidad, y yo no iba a ser uno de ellos. Primeramente me escudo detrás de un grupo de colegialas aun excitadas por la vuelta a casa. Algunas se quedan por el camino: la academia de inglés quizá haga negocio con ellas. La estrategia ahora me sitúa a rebufo de una pareja aletargada, me salgo de la aspiración en el momento oportuno y olvido la mirada en el terreno, evitando todo contacto visual con los depredadores, y ya sólo quedan unos metros para poder sufrir, por fin, la agonizante vuelta a casa. Entonces advierto por el rabillo del ojo a una jóven a mi derecha que amenaza con interceptar mi trayectoria. Las glándulas suprarrenales comienzan a segregar adrenalina. Los efectos son instantáneos: el corazón se acelera, la respiración se hace más intensa y se dilatan las pupilas. La decisión es inmediata, hay que cerrar el giro a la izquierda. Aumento la velocidad sin llegar a perder el disimulo, pero el ritmo de acercamiento de la jóven es demasiado alto, asi que acelero aun más. Todo pasa a cámara lenta. El encuentro es inminente y tengo que hacer algo ya. Levanto la mirada para buscar una última salida y provoco irremediablemente el fatídico contacto visual. Espero un mordisco en la yugular que nunca llega. La chica me saluda satisfecha. Le devuelvo un resignado saludo mientras contemplo, con la sutileza que nos caracteriza a los hombres, una carpeta de la cruz roja. -El que no tiene buena cabeza para predecir ha de tener buena espalda para aguantar- Me digo a mi mismo, y comienzo a elaborar un concienzudo plan de escape.

-Estamos realizando una campaña de donación de sangre...- En este momento el cerebro trabaja como nunca, y ya baraja posibles respuestas ante la ya evidente pregunta- ... ¿Te interesaría donar sangre?

- Sí, en realidad ya lo había pensado -contesto hábilmente- Tenía decidido donar la próxima vez que viera el autobús de donación de cruz roja que se sitúa algunas veces en esta calle. - ¡Sí señor! Esa sí que es forma de salir al paso. Además ha quedado muy elegante. Ahora a casa a comer.

-Pero si está ahí mismo...- contesta ella para mi sorpresa. Y, efectivamente, tras la muchedumbre que se agolpa en la boca de metro, puede contemplarse, oculto, el dichoso autobús de la cruz roja. Evidentemente la adrenalina tenía poco o nada que hacer en este caso. Se me hace un nudo en el cerebro y no me queda sino decir, con voz complaciente y cara de tonto:

-Ah vale, ahora dono.

Me muevo con pies de plomo hacia lo que debiera ser mi destino. Con más vergüenza que valentía. A mi izquierda quedan los cobardes viajeros de metro. Benditos cobardes. Entro en el autobús y me hacen rellenar un sencillo test. Me regalan un boli rojo (-Ojalá sea de tinta- pienso). Paso a hablar con la doctora. El primer pinchazo en el dedo índice de la mano izquierda, mientras toman la tensión en el brazo derecho. Tras esto comienza el interrogatorio. Me pregunta si he viajado fuera de España, y qué medicamentos he tomado en la última semana. Además me pregunta sin reparos si he mantenido relaciones sexuales últimamente. -¡Qué curiosa!- me digo para mis adentros. Y le contesto que bueno... que lo que he podido... que últimamente no he tenido mucho tiempo libre... que no. Vamos. Nada de nada.

Cuando la curiosidad médica parece satisfecha, me llevan a la parte donde se encuentran las camillas. Hay algunos valientes donantes que, como yo, han entendido que eso de tener sangre circulando por las venas no es tan importante como parece. Me avisan de que ha quedado una cama libre. Mi organismo vuelve a prepararse para el ataque. Ante el inminente pinchazo la sangre de los brazos asciende astutamente hasta el cerebro, y se produce una gran microembolia de ideas, de esas que, con un poco más de estudios, hubieran acabado en premio Nobel. Grito:

-Yo no he desayunado.

Las enfermeras reaccionan. Me hacen ver que no me va a pasar nada por no haber desayunado. Realmente quieren chuparme la sangre, y yo no puedo hacer nada para evitarlo. Entonces ocurre lo imposible. La doctora (la curiosa) ha escuchado casualmente la conversación, y apoya mi razonamiento. Me hago fuerte y apelo a un bocata o algo, con el sólido argumento de "a mí me han dicho que..." Las resignadas enfermeras me instan a que me baje de la camilla, y coja algo de la nevera. 1-1 y nos vamos a la prórroga. El ansiado bocadillo resulta ser un batido con dos bolsas de galletas que procuro racionalizar en la medida de lo posible. Cuando aun no me he tomado las galletas me preguntan si ya he acabado. Me resisto a admitir mi derrota pero la situación me supera, y respondo con un simple sí. Guardo las galletas y me tumbo en la camilla. Insisto en la impresión que le causan a mi pobre mente las agujas. Me da un consejo de los que no se olvidan nunca: "El mejor truco para no ver, es no mirar". Río, y me clava la aguja. Diez minutos después he perdido una pequeña parte de mi sangre, y una gran parte de mi espíritu. Entro en el metro y me siento en el suelo del vagón desfallecido. Mientras me como las migas sobrantes de la bolsa de galletas me pregunto por qué no me habré movido hoy en bici...

3 comentarios:

  1. Ya comento yo esta también. Vaya...me hacía ilusión estar en la barra de favoritos de alguien, lamento ser una usuaria habitual y normal del metro.

    Saludos!

    ResponderEliminar
  2. Tienes un buen blog (quitando la música... es broma, tienes buena música). Como he descubierto algunas canciones interesantes en tu blog pues me sentía en deuda y he puesto música que me gusta a mí, aunque tu a lo mejor no acabas de verle la gracia.

    (Minuto 3:55 )
    http://www.youtube.com/watch?v=8llsiEIvvM0
    http://www.youtube.com/watch?v=wjxef8AfVQg&feature=related

    Sigue subiendo música chula que me he suscrito a tu blog, así lo puedo quitar de favoritos ;)

    ResponderEliminar
  3. Gracias...no conocía yo esto de la blogotheque.
    Arcade...en noviembre en Madrid y yo sin entrada! :( Tiene mérito tanto instrumento en 3 metros cuadrados, valen hasta para eso joder, son grandes y ya.



    Un beso, perdona por tarda pero no sabía que me habías contestado por aquí...

    ResponderEliminar